Crecimiento y empleo. Son las dos grandes ideas emanadas de la
cumbre del G-8 celebrada en Camp David. En ellas ha insistido especialmente el presidente de EE UU, Barack Obama, quien ha recalcado que los problemas de la eurozona, sumida en una grave crisis de duda, son también los problemas del resto de las economías desarrolladas, dada la interconexión existente en un mundo cada vez más globalizado.
"Una economía europea estable y creciente es del interés de todos, incluido Estados Unidos", ha subrayado Obama. "Por ponerlo simple. Si una compañía es forzada a hacer recortes en París o Madrid, eso puede significar menos negocio para las manufacturas de Pittsburgh o Milwaukee, y eso puede significar tiempos difíciles para las familias y las comunidades que dependen de esos negocios", ha incidido un mandatario que lleva tiempo insistiendo a la necesidad de combinar políticas de ajuste con otras de estímulo con el fin de reducir los altos niveles de desempleo. Todos los líderes del G-8 están de acuerdo en que "el crecimiento y los trabajos deben ser la principal prioridad", ha enfatizado.
Tras tres años en los que los socios del G-8 -Estados Unidos, Rusia, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón- han debido concentrarse en capear el temporal, ahora, ha proclamado Obama, llega el momento de hacer compatibles las reformas tendentes a "estabilizar y fortalecer la economía para el futuro" con otras que promuevan el crecimiento y la creación de puestos de trabajo. Y ha lanzado un mensaje optimista. "Sabemos que esto es posible", ha dicho.
El presidente de EE UU ha abandonado en helicóptero los boscosos parajes de Camp David, su residencia de descanso, para dirigirse a Chicago, donde este domingo comienza una
cumbre de la OTAN en la que la Alianza tratará de perfilar la 'hoja de ruta' de la salida de Afganistán. Antes mantuvo una reunión bilateral de unos 45 minutos de duración con la canciller alemana, Angela Merkel, una cita en la que han podido analizar con más detalle los problemas de la zona euro. Ambos mandatarios tienen posturas divergentes sobre el modo de encarar la crisis y evitar que los problemas de países que se han visto obligados a pedir un rescate como Grecia, Portugal o Irlanda se contagien a otros de mayor peso económico como Italia o España. El Correo
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